martes, 23 de octubre de 2012

IV ANALIZAS LAS DIFERENTES ETAPAS DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA Y LAS PUGNAS ENTRE LAS DIFERENTES FACCIONES.

1.- Antecedentes de la Revolución Mexicana.
La Revolución mexicana fue una lucha sin precedentes en la que los mexicanos pugnaron por establecer condiciones de igualdad ante un régimen –el porfirista– que los había mantenido dominados y marginados, y que había abierto la brecha social entre clases altas y bajas de una manera incisiva. La Revolución en nuestro país se inició el 20 de noviembre de 1910, y como muchos procesos, tuvo diversas coyunturas, entre ellas, que Porfirio Díaz permitiera la creación de partidos políticos. La actuación de Francisco I. Madero fue también determinante para el inicio de esta lucha revolucionaria, así como el hartazgo de las clases sociales desfavorecidas, entre otros acontecimientos que podrás analizar en este tema.

Elecciones presidenciales de 1910
Estas elecciones van a ser muy recordadas debido a que se trató de un momento que fue aprovechado para derrocar al Porfiriato y hacer estallar la Revolución mexicana. Las elecciones presidenciales se realizaron en dos jornadas, el 26 de junio de 1910 y el 1 de julio de ese mismo año.
Después de la entrevista que Creelman le realizó a Díaz y de la efervescencia social y política que esta había creado en la sociedad, los mexicanos por fin vieron una luz al final del túnel. Evidentemente, esta luz significó la esperanza de tener después de más de 25 años unas elecciones limpias y abiertas que tomaran en cuenta al pueblo, que era el que finalmente esperaba beneficiarse. Por otro lado, la argumentación social y democrática que abiertamente se discutía en los círculos más críticos de la época apuntaba a la necesidad de terminar con un régimen autoritario como el de Díaz.
Dos partidos políticos contendían por el poder, ambos de tendencia revolucionaria: el Partido Nacional Antirreeleccionista y el Partido Democrático, además de los partidos que apoyaban a Díaz: el Partido Nacional Porfirista y el Partido Científico, los cuales crearon una especie de bloque ante el cambio electoral y social que estaba por vivir el país. Existía, además, el Partido Reyista, que también deseaba colocarse en la elección que pretendía ser democrática, y que por primera vez verían los mexicanos.
El Partido Democrático lanzó una protesta para que el político Ramón Corral (1854-1912) no se convirtiera en el vicepresidente de la República y apoyara a Díaz en conservar el poder; este partido se disolvió en 1909. El Partido Científico, por su parte, promovió como candidatos a presidente y vicepresidente a Díaz y a Ramón Corral, respectivamente, dentro de esta nueva propuesta partidista. El Partido Reyista cambió la fórmula solamente por la postulación del militar Bernardo Reyes a vicepresidente, pero dejaba a Díaz en la presidencia. Este partido no tenía un claro proyecto ni orientación alguna, más que la de apoyar a Díaz, quien bajo la influencia que aún tenía como dictador, comisionó a Bernardo Reyes para que viajara a Europa a resolver un asunto militar, y que así perdiera la posibilidad de competir en el juego político. De esta forma, Díaz quedó una vez más a la cabeza de la oportunidad electoral. Finalmente, el Partido Reyista se disolvió y se reformó con sus anteriores militantes en lo que fue el Partido Nacionalista Democrático, el cual participó con el Antirreeleccionista en la llamada Convención Nacional Independiente que se realizó en la Ciudad de México en 1910. Cabe destacar que esta convención fue clave, pues se convirtió en el foro para presentar a Francisco I. Madero como candidato a la presidencia de la República, como veremos en el siguiente subtema.

2.- Etapas del movimiento armado:
A) Maderismo.- Por sus ideales políticos, uno de los personajes más importantes al final del periodo de Díaz fue sin lugar a dudas Francisco I. Madero –de extracción social acomodada, pues era uno de los mayores hacendados del norte del país–, quien se convirtió en el líder de la Revolución mexicana, a pesar de las condiciones en las que desesperadamente el Porfiriato trataba de mantenerse. Gracias a un periodismo crítico, un hartazgo social y un fuerte impulso de cambio de los mexicanos, la lucha armada dio inicio a una nueva etapa del México moderno, como veremos más adelante.

Campaña presidencial de Madero
Como analizamos en el tema anterior, la expectativa de la posibilidad de un nuevo gobierno era grande entre los mexicanos de inicios del siglo xx. En la creación de partidos políticos y en los trabajos electorales Madero tuvo una participación contundente, que por sus consecuencias definió el rumbo del país.
De esta manera, en 1909 comenzó a funcionar el Partido Nacional Antirreeleccionista en cuyo interior encontramos a personas de avanzada intelectual como el político y profesor Emilio Vázquez Gómez (1858-1926), los abogados y políticos Toribio Esquivel Obregón (1864-1946), José Vasconcelos (1882-1959), Luis Cabrera Lobato (1876-1954) y el mismo Francisco I. Madero.
Para entonces, Madero ya era famoso por su libro La sucesión presidencial en 1910, en el que analizaba la deplorable situación que estaba viviendo el país, sobre todo en materia política y con una marcada orientación revolucionaria.
Para comenzar la difusión de este partido y tratar de colocarlo en el gusto del joven, entusiasta y a la vez incrédulo electorado, Madero realizó una gira por todo el país promoviendo las nuevas ideas de su fórmula política –al mismo tiempo, la prensa del momento hizo también lo suyo–, esta difusión de ideas nuevas aumentó el número de integrantes de la Convención, pues Madero logró conmover a la opinión pública con sus elocuentes argumentaciones que hablaban sobre libertad y democracia. En estas mismas giras y en plena Convención, se propuso como vicepresidente a Francisco Vázquez Gómez (1860-1933), anterior médico de cabecera de Díaz y quien ya se había distanciado de él políticamente y “medicamente” desde tiempo atrás. Los convencionistas lanzaron el lema que sirvió como bandera de combate ideológico y político “No reelección”, tanto de los presidentes elegidos como de los gobernadores de los estados, además del componente “Sufragio efectivo”, para así garantizar la limpieza, legalidad y hasta cierto punto transparencia de las elecciones.
Comenzaron las elecciones, por un lado con el Partido Antireeleccionista y su propuesta Madero-Vázquez Gómez, y por el otro, el Partido Reeleccionista y el Partido Nacional apoyando la presidencia de Díaz con diferentes candidatos a la vicepresidencia. Por otro lado, Ramón Corral competía por los miembros del Partido Científico, mientras que el político y gobernador de Veracruz Teodoro Dehesa (1848-1936) lo hacía apoyado por otro partido: el Partido Nacional Unionista.
En su última gira, y pocos días antes de las elecciones, Madero fue aprehendido en Monterrey, Nuevo León, bajo los cargos de sedición y ofensas a las autoridades (en sus discursos era recalcitrante con las acciones de Díaz). El día de las elecciones Madero estuvo encarcelado en San Luis Potosí.
El rechazo nacional hacia la candidatura de Corral y los ánimos caldeados por la aprehensión de Madero y su posterior encarcelamiento, dictado desde los círculos conservadores y retrógradas de Díaz, crearon un ambiente de tensión el mismo 1 de julio, día de la elección presidencial. Finalizadas las elecciones (o la farsa alevosa), ganaron Díaz y Corral con su fórmula, quienes mantuvieron su cargo hasta 30 de noviembre de 1916.
Los inconformes antirreeleccionista intentaron impugnar los resultados de las elecciones sin obtener frutos, aunque contaban con los documentos que probaban el fraude. A pesar de todo, Madero, desde su confinamiento, siguió peleando con sus lemas “No reelección” y “Sufragio efectivo,” para que el régimen de Díaz cayera de una buena vez. El Partido Antirreeleccionista continuó apoyando a Madero, y gracias a su inquisitiva y crítica maquinaria ideológica se convirtió en una verdadera molestia e incluso amenaza de perpetuidad para Díaz.

Plan de San Luis
La madrugada del 5 de octubre de 1910 Madero huyó de San Luis Potosí para ir a establecerse en San Antonio, Texas. En ese mismo mes lanzó su famoso Plan de San Luis, un elemento fundamental de la ideología y revolución maderista. En este podemos distinguir claramente las distintas posturas e inclinaciones ideológicas de parte de la oligarquía norteña, en una increíble pero justa combinación con las demandas campesinas que exigían la devolución de las tierras de las cuales habían sido despojados de manera ilegal, tiempo atrás, durante el Porfiriato.
El 20 de noviembre de 1910, desde San Antonio, Madero llamó a tomar las armas para dar inicio a la Revolución mexicana y así pronunciarse contra el régimen de Díaz. Madero llegó a México el 19 de noviembre y un mes después ya varios grupos rebeldes estaban movilizándose por todo el país.
Si bien es cierto que los levantamientos armados a lo largo del territorio mexicano no tenían una guía o rumbo, lo cierto es que las fuerzas federales eran insuficientes o débiles para atacarlos, justamente porque estos estallidos aparecían de manera simultánea e imprevisible. En las grandes ciudades en las que se suscitó la rebeldía hubo una represión más marcada del ejército federal, pero en los pueblos les fue complicado combatir los focos rebeldes.
Comenzaron a destacar hombres fuertes de campo que tomaron con valentía las armas, como los caudillos revolucionarios Pascual Orozco (1882-1915), Emiliano Zapata (1879-1919), José Doroteo Arango Arámbula, mejor conocido como Francisco Villa (1878-1923), Marcelo Caraveo (1884-1947), y Luis Moya (1860-1911), quienes comenzaron a cosechar triunfos importantes.
El 10 de mayo de 1911 los grupos revolucionarios del norte se impusieron a las débiles fuerzas federales porfiristas y tomaron Ciudad Juárez, Chihuahua, donde redactaron los tratados de Ciudad Juárez, los cuales trascendieron porque Porfirio Díaz y Corral renunciaban a la presidencia y a la vicepresidencia, quedando en su lugar Francisco León de la Barra (1863-1939), quien gobernó de mayo a noviembre de 1911. Fue este presidente quien convocó a elecciones, en donde Francisco I. Madero y José Ma. Pino Suárez (1869-1913) ganaron la presidencia y la vicepresidencia, respectivamente.
Después de mucho quejarse de que los revolucionarios desoyeron sus buenas intenciones y afanes “renovadores”, y ante la presión de la sociedad de la época, Díaz se embarcó rumbo a Francia el 31 de mayo, llorando, pero no sin antes afirmar: “Madero ha soltado a un tigre, veremos si puede controlarlo”, para advertir que las intenciones de los rebeldes eran mantener al país hundido en los horrores de la guerra civil.
De esta manera, Díaz se fue al exilio, pero no desapareció el régimen porfirista que permeaba aún a las instituciones políticas (ejército, Cámaras de Diputados y Senadores, etc.) de aquella época.

Periodo de gobierno, movimientos de oposición: Plan de Ayala, rebeliones orozquista y felicista.
Madero llegó a la presidencia no solo para lidiar con las rebeliones que estallaban, sino a tratar de dirigir a un país que no tenía un rumbo fijo, y que continuaba viviendo una anarquía y desorden totales.
Los cabecillas revolucionarios como Zapata y Orozco consideraban que Madero no atendería las demandas de justicia social y reparto igualitario de la riqueza que la mayoría de los mexicanos exigían. Por esto, Zapata lanzó el Plan de Ayala el 25 de noviembre de 1911, en el que desconocía a Madero como presidente y lo acusaba férreamente de haber traicionado a las masas campesinas y servir a los intereses del gran capital. El lema de este plan era “Reforma, libertad, justicia y ley”, y proclamaba el regreso de las tierras, montes y aguas a manos campesinas.
Recordemos que en el Plan de San Luis había una parte muy importante que hablaba del reconocimiento sobre la revisión de los juicios que sobre la tenencia de la tierra se llevaron a cabo durante el Porfiriato. En el Plan de Ayala los zapatistas hicieron un llamado a las armas para devolver las tierras perdidas durante las reformas, principalmente durante el gobierno de Tejada, el cual se caracterizó por quitarle las tierras comunales a los indígenas. Este plan también decía que esos antiguos dueños a los cuales se les había despojado de sus tierras y cuyas documentaciones oficiales no habían sido reconocidas durante la Ley Lerdo, debían presentar los títulos que los declaraban dueños originales (títulos otorgados desde el virreinato) de las tierras en disputa.
En 1911, Bernardo Reyes, el ex General de clara tendencia porfirista, también se levantó en contra del presidente Madero, pero se le apresó en Santiago Tlatelolco en diciembre de 1911.
Por otro lado, Pascual Orozco, revolucionario del norte del país, se unió al Plan de Ayala en febrero de 1912, y propuso el Pacto de la Empacadora el 9 de marzo de ese mismo año. Resentido porque al inicio Madero lo ignoró, emprendió una revuelta social, acusando al presidente de falsear y violar el Plan de San Luis, así como de traicionar a la patria. Madero entonces envió a Victoriano Huerta (1850-1916) al mando de las tropas federales para enfrentar a Orozco, que terminó siendo derrotado. Posteriormente Orozco se unió a Huerta, acto que indignó profundamente a Zapata quien reformó de inmediato el Plan de Ayala y calificó a Orozco como “Traidor de la Revolución”.
Por otro lado, se desarrollaba el movimiento de los felicistas –llamado así porque su figura más importante era el militar Félix Díaz (1868-1945), nada más ni nada menos que el sobrino de Porfirio Díaz– que también desconocía a Madero. Los logros en batalla de Félix Díaz eran extraordinarios, al grado de que por casi una década sus bases militares se extendieron a lo largo de Oaxaca y Veracruz. Las fuerzas felicistas combatieron duramente a los maderistas, llevándolos a su derrocamiento en 1913; pero la celebración fue por poco tiempo ya que les arrebatará el triunfo Victoriano Huerta, como veremos en el siguiente subtema.
Madero trató de enfrentar los levantamientos y numerosas revueltas que estallaban en su contra y pronto comenzó a rumorarse que se estaba preparando un golpe final para desaparecerlo definitivamente, lo cual fue cierto al suscitarse la Decena trágica.

La Decena Trágica.- Fue el movimiento, o por qué no decirlo, la revuelta para derrocar al presidente Francisco I. Madero y a su vicepresidente José Ma. Pino Suárez y luego asesinarlos, provocado por Félix Díaz, Victoriano Huerta y Bernardo Reyes, auxiliados por el embajador estadounidense Henry Lane Wilson, quien los apoyó con armas y les ofreció que al finalizar la revuelta, los estadounidenses reconocerían al nuevo gobierno que surgiera, a cambio de mantener a México en paz y libre de rebeliones. A esta revuelta se le denominó “decena” porque su duración fue de diez días, del 9 al 18 de febrero de 1913. Fueron diez días de terror urbano, de inconformidad y tiroteo entre felicistas, orozquistas y gente de Madero. La brutalidad y el olor de la muerte dominaron a una Ciudad de México que se vio convertida en un campo de batalla, en cuyas calles se veían personas calcinadas, ahorcadas y fusiladas.
La Decena fue trágica no solo porque corrió la sangre de los combatientes, sino porque culminó con la captura de Madero y Pino Suárez en el Palacio Nacional, y su asesinato por los agentes que los custodiaban (comandados por Victoriano Huerta) camino a la penitenciaría de México, el llamado Palacio de Lecumberri. Llama la atención que a pesar de que se trató de un crimen artero y cobarde, la gente de alguna forma salió a celebrar porque retornaba la paz al país. Ignoraban por completo que muchos de los diarios de aquella época tergiversaron el hecho para narrar que Madero y Pino Suárez habían intentado escapar ayudados por amigos y de ahí el enfrentamiento con los custodios y las muertes del presidente y del vicepresidente. Los mexicanos de aquel entonces tampoco sabían que no habría paz, y que solo era el inicio de una gran revolución social, la lucha armada más larga y sangrienta de América Latina.

B) Huertismo
Mediante el Pacto de la Embajada o de la Ciudadela, Victoriano Huerta asumió la presidencia provisional el 22 de febrero de 1913. Este personaje tuvo una importancia fundamental debido a la forma en la que arribó al poder –mediante un golpe militar– y porque también adoptó una postura dictatorial como forma de gobierno, para lo cual se valió casi de las mismas medidas represivas de Porfirio Díaz: corrupción, amenazas, desapariciones, asesinatos, y una vez que había eliminado a los enemigos que tanto le estorbaban, asumió finalmente el control de las instituciones de gobernación, hacienda y, por supuesto, del aparato militar.

Gobierno de Victoriano Huerta.- Uno de los ejemplos de la crueldad y el despotismo que sembró Huerta durante su periodo presidencial fue el artero asesinato del médico y político Belisario Domínguez (1863-1913), quien en aquel entonces era senador por Chiapas y criticaba fuertemente a Huerta. Lo acusaba de la detención, el sometimiento y la muerte de Madero y Pino Suárez, por lo que el presidente mandó a que lo martirizaran y asesinaran en octubre de 1913.
Desde un inicio, Huerta encontró al país completamente convulsionado socialmente, debido a la participación ya temprana de Venustiano Carranza (1859-1920) y su llamada Revolución Constitucionalista –conformada también por personajes como Francisco Villa, Álvaro Obregón (1880-1928), entre otros–, la cual pretendía restablecer el elemento constitucional que Huerta con su golpe habría quebrado y violado.
Por otro lado, los Estados Unidos voltearon la espalda a Huerta debido a que lo culpaban por la crisis social y política que atravesaba el país y por las arbitrariedades que estaba cometiendo en su tirano gobierno.

C) Convención de Aguascalientes
Carranza y Villa habían tenido dificultades desde que se conocieron. Esta discordia obedecía a diferentes perspectivas, intereses, orígenes sociales, personalidades y, aun, el trato hacia sus ejércitos: Villa ejercía un gran control sobre el suyo. En cambio, Carranza permitía grandes desórdenes para ganarse la adhesión de sus soldados. Entre ellos se daba una fuerte lucha por el poder, sin embargo se argumenta que cuando Villa luchó con su gente por la causa de Madero, permaneció fiel a su gobierno. Villa había insistido en que no deseaba gobernar el país. Un motivo más de conflicto entre ellos se suscitó debido a la toma de Zacatecas por la División del Norte, batalla que significó el triunfo del Ejército Constitucionalista sobre Huerta.
En julio de 1914, se reunieron delegaciones de la División del Norte y de la División del Noreste para resolver algunas dificultades entre los jefes de la División del Norte y el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Este encuentro, llamado Pacto de Torreón, logró algunos acuerdos entre los representantes de esas dos delegaciones. Éstos fueron comunicados al Primer Jefe coahuilense. Se solicitaba la realización de una convención para establecer un programa de gobierno que llevaría a cabo quien fuera presidente electo, y también solicitaban modificaciones al Plan de Guadalupe (que otorgaba a Carranza el cargo de presidente interino al triunfo del constitucionalismo) para que se le excluyera como posible candidato a la presidencia.
Al llegar Carranza a la Ciudad de México, planeó una convención formada por los generales constitucionalistas para el primero de octubre en esta misma ciudad, pero ésta no era la convención solicitada por el Pacto de Torreón, pues se llevaría a cabo solamente con gente de su confianza. Ante esta situación, Villa lanzó en septiembre un manifiesto al pueblo de México. En él expresaba lo siguiente: el gobierno democrático que Carranza estableciera debería incluir reformas “económico-sociales”. Además, explicaba que éste no estaba apegándose a la letra del Plan de Guadalupe.
A su vez, luego de la toma de la Ciudad de México por los obregonistas y carrancistas, los zapatistas lanzaron un manifiesto al pueblo de México en el que, entre otras cosas, señalaban:
“[el pueblo] teme, con razón que los libertadores de hoy vayan a ser iguales a los caudillos de ayer… Por eso, la revolución agraria, desconfiando de los caudillos que a sí mismos se disciernen el triunfo, ha adoptado como precaución y como garantía el principio justísimo de que sean todos los jefes revolucionarios del país los que elijan al Primer Magistrado, al presidente interino que debe convocar a elecciones, porque bien sabe que del interinato depende el porvenir de la revolución…”
Por la experiencia vivida con Madero, Zapata y su gente no aceptaban el planteamiento del Plan de Guadalupe que confería a Carranza el cargo de presidente interino, pues desconfiaban de él, ya que en este Plan nada estaba expresado sobre la resolución del problema de las tierras. Madero –a pesar de sus promesas– había dejado intacta la estructura de poder en Morelos, lo que no modificaba en nada su situación.
Había una diferencia de óptica entre Carranza y otros jefes militares. Quienes habían participado directamente en las batallas, querían hacer valer esos triunfos en las instancias de poder surgidas de esos acontecimientos. Carranza, en cambio, quería apoyarse en una legalidad formal que, cuando no le podía ser del todo favorable, tampoco la seguía completamente. En el Plan de Guadalupe había un señalamiento que le hacía entrar en contradicción: se estipulaba que él se convertiría en presidente interino para convocar a elecciones, pero Carranza en realidad quería ser candidato a presidente y no presidente interino.
Carranza, instalado ya en la Ciudad de México, necesitaba obtener la legitimidad de los ejércitos acogidos a su bandera constitucionalista. Estaban allí muchos de los generales unidos con la finalidad de luchar contra Huerta; sin embargo, las fuerzas villistas (las que habían determinado ese triunfo con la toma de Chihuahua, Ciudad Juárez y Zacatecas, como también lo hicieran con Madero con la toma de Ciudad Juárez), no estaban de su lado. Tampoco lo estaban los zapatistas.
Obregón intervino, entonces, con el propósito de lograr legitimar la convención con la presencia de villistas y zapatistas. Consiguió que Villa aceptara acudir a ésta si se realizaba fuera de la Ciudad de México. Villa propuso Aguascalientes, lugar cercano a su base en Torreón. Zapata no confiaba en el fruto de la convención. Por consiguiente, sólo envió una delegación zapatista como observadora. Obregón, además, propuso eliminar a los civiles, entre quienes Carranza tenía mayores adeptos. Carranza, luego de haber comenzado su convención en la Ciudad de México, se vio obligado a aceptar que los generales constitucionalistas se trasladaran a Aguascalientes, pero él no acudió. Se mantuvo en comunicación por medio de telegramas.
En esa convención, se expresaron las diferencias entre Villa y Carranza, que se profundizaron aún más. Por un lado, Carranza sólo quería darle un carácter deliberativo a la reunión que había convocado en México, los revolucionarios reunidos en Aguascalientes le dieron un carácter resolutivo. Por otro lado denominándola Soberana Convención de Aguascalientes.

La Soberana Convención de Aguascalientes.- Tal como Villa había solicitado, en la Soberana Convención de Aguascalientes se trató la designación de un presidente provisional, quien fue propuesto por Obregón y se eligió el 30 de octubre de 1914. Se trataba de un coahuilense honesto y consecuente con sus ideas, Eulalio Gutiérrez Ortiz, hombre del pueblo que había servido con lealtad a la causa popular.
En los debates de la Soberana Convención de Aguascalientes, se expresaban intereses encontrados dada la diversidad de los generales allí reunidos, pero se logró amplio consenso en torno al problema agrario. Se llegó al acuerdo sobre “la destrucción del latifundio para crear la pequeña propiedad” y “devolver a los pueblos, los ejidos y aguas de que han sido despojados.”
Cuando ellos llegaron, comenzaron a utilizarse términos como “principios revolucionarios”, “reformas económicas”, “programas de gobierno”. Los zapatistas llevaron su Plan de Ayala, lo sometieron a la convención y se aprobaron “en principio” los artículos 4, 6, 7, 8 y 9, es decir, las principales demandas de los campesinos pobres.
Formalmente, la Soberana Convención depuso al Primer Jefe Carranza de su cargo y nombró a Villa comandante de los ejércitos convencionalistas. La transformación de los grupos revolucionarios en convención nacional que recibió las demandas más sentidas provocó el rechazo de Carranza y la separación de Obregón y sus generales de la convención.
El desarrollo de la convención tuvo lugar desde octubre de 1914 hasta mayo de 1916. Se inició en México, convocada por Carranza el primero de octubre de 1914, se trasladó a Aguascalientes el 5 de octubre y luego ya como Soberana Convención se llevó a México otra vez el 1° de enero. Ante la decisión de los constitucionalistas de abandonar la convención, ésta mostraría el desgaste progresivo que sufrieron las dos primordiales fuerzas que la compusieron, los zapatistas y villistas, ante el embate de los constitucionalistas. La convención resintió las derrotas de la División del Norte ante las fuerzas comandadas por Obregón en los meses de junio y julio que tuvieron lugar en el Bajío, luego de las cuales dejaron de asistir sus representantes.
Cuando el contingente al mando de Pablo González ocupó la capital a nombre de las fuerzas constitucionalistas, la convención se trasladó a Toluca, donde sesionó casi exclusivamente con zapatistas. El 10 de octubre salió de Toluca y se instaló en Jojutla, hasta su desaparición en mayo de 1916.
Al cabo de un año de trabajos, la convención concluyó el Programa de Jojutla del 18 de abril de 1916, obra excepcional, pues constituye un verdadero programa de gobierno, un proyecto nacional que nos permite ver hacia qué tipo de sociedad se dirigían las transformaciones, primordialmente zapatistas. Trató cinco aspectos: la Cuestión Agraria, la Cuestión Obrera, Reformas Sociales, Reformas Administrativas y Reformas Políticas. En estos aspectos se expresa dar preferencia a los campesinos, óptica distinta de las reformas de Madero y Carranza, que velaban por los intereses de los hacendados y no querían comprometer al Estado en la responsabilidad de la repartición de las tierras.
Tal como expresaba el Programa del PLM, se estableció: a) otorgar a cada mexicano que lo solicitara una extensión de terreno suficiente para cubrir sus necesidades y las de su familia, b) restituir y dotar a los campesinos de tierras y aguas, la existencia de bancos agrícolas que proveyeran de fondos a los agricultores en pequeño e invirtieran en obras de mejoramiento agrícola, así como fomentar el establecimiento de escuelas de agricultura y experimentación de mejores métodos de cultivo, c) que el Estado tuviera la facultad de expropiar terrenos necesarios para obras destinadas al servicio de la agricultura, la industria petrolera y la minería, d) respecto al sector obrero, reconocieron la existencia legal de los sindicatos, el derecho de huelga, además de aspectos sobre educación, reglamentación de la jornada laboral y accidentes de trabajo, así como pensiones de retiro. Otros aspectos considerados en el Programa se referían a las esferas: política (independencia del municipio), social (por ejemplo, protección de las madres solteras) y administrativa (reglamentación de los impuestos).

D) Constitucionalista.
Una vez que las fuerzas comandadas por Carranza abandonaron la Ciudad de México, luego de que el Primer Jefe fuera desconocido por la Soberana Convención de Aguascalientes, entraron en ella el presidente provisional Eulalio Gutiérrez, los zapatistas y los villistas. Pero Villa y su gente no respondían a la autoridad del presidente Gutiérrez. Después, Villa y Zapata se encontraron en Xochimilco, en donde firmaron el pacto del mismo nombre, por el cual decidieron aliarse para terminar con Carranza; sin embargo, ninguno de los dos pudo avanzar mucho en ese sentido. Villa había ofrecido enviar armas a los zapatistas, aun cuando ya no contaba con el apoyo norteamericano. Zapata y su gente habían ofrecido replegar a los carrancistas, pero el suyo no era un ejército que se moviera como el de Villa en los trenes; eran campesinos que estaban acostumbrados a pelear y cultivar al mismo tiempo, luchando dentro de su territorio.
Mientras Villa iba con su gente al norte a buscar recursos, Carranza y Obregón decidieron eliminar a quienes desde la Convención de Aguascalientes quedaron para ellos claramente señalados como enemigos. Mientras seguía la convención en Aguascalientes, Carranza y sus tropas salieron de México hacia Veracruz, lugar donde se encontraban las fuentes que permitirían seguir financiando la revuelta: las aduanas y la entrada de armamento. Obregón, en tanto, se dedicó a preparar un ejército disciplinado y eficiente. La intención era eliminar primero a la División del Norte y posteriormente continuar con el zapatismo. El plan consistió en promulgar una ley agraria que, sin responder a las exigencias de los zapatistas contenidas en el Plan de Ayala, lograra dividir a los campesinos y ganar adeptos. Ésta fue la llamada Primera ley agraria del constitucionalismo 6 de enero de 1915 y se refiere al aspecto agrario, la explotación petrolera y a algunos problemas obreros.
Para formar el ejército requerido, Obregón se entrevistó con los obreros congregados en la Casa del Obrero Mundial y convenció a muchos de sus miembros de que la constitucionalista era la “revolución social” buscada por ellos. Les presentó a Villa como reaccionario. Según Hart, a algunos dirigentes, carentes de un contacto directo con los villistas y zapatistas, la actitud del jefe de la División del Norte al sentarse en la silla presidencial cuando entró a México les había parecido un acto personalista. Otros obreros, de origen urbano, veían a los zapatistas con cierto desprecio desde su estatus de citadinos; otros más no estuvieron de acuerdo. De esta forma, Obregón formó los denominados Batallones Rojos con algunos de sus integrantes, a cambio de ciertos ofrecimientos. La situación en esos meses había llegado a un punto de confusión tal, que obreros de la Ciudad de México se convirtieron en contendientes abatiendo a los ejércitos populares de la División del Norte. Las batallas habían dejado de tener un enemigo común: ahora se trataba de facciones peleando entre sí, constituidas por mucha gente que en ocasiones ya no comprendía a dónde llevaría esta etapa de las luchas.
Las batallas contra los villistas tuvieron lugar desde enero hasta julio de 1915, en el Bajío. Fueron particularmente sangrientas, concluyendo con la derrota de las fuerzas de Villa, gracias al armamento que los norteamericanos le negaron y en cambio sí vendieron a Obregón. Cuando ya no había fuerzas porfiristas que enfrentar, tropas constitucionalistas bajo las órdenes de Pablo González se dedicaron a combatir a los zapatistas en una guerra de exterminio, quemando pueblos, arrasando haciendas, refinerías y canales hidráulicos.
A partir del 11 de julio, fecha en que la Ciudad de México fue ocupada otra vez por las fuerzas constitucionalistas (la primera fue cuando Huerta había huido), éstas fueron internándose hacia el norte para apoderarse de territorios anteriormente villistas. El 23 de diciembre de 1915, Villa perdió la plaza de Ciudad Juárez. Para ese entonces, los zapatistas que habían sobrevivido a las masacres de González, se habían desplazado a las montañas y estaban reorganizándose.
El 9 de marzo de 1916, Carranza fue reconocido como gobernante de hecho por los Estados Unidos y otros países americanos. Para principios de julio, los zapatistas comenzaron de nuevo a atacar a las fuerzas de Pablo González, lo cual continuarían haciendo hasta lograr su evacuación de Morelos en diciembre de 1917. Mientras tanto, en julio y agosto de 1916, en la Ciudad de México tenía lugar una huelga general obrera como consecuencia directa de una crisis monetaria, cuyo punto esencial, según Barry Carr (1976, citado por Colmenares, 1980:238), fue “la proliferación de papel moneda emitido por los constitucionalistas”. Ante tal situación, Carranza respondió con un decreto, el cual establecía la pena de muerte para los obreros participantes en huelgas que afectaran el servicio público, por tanto, los organizadores fueron arrestados y llevados ante un tribunal militar. Finalmente, Obregón intercedió para conmutar esa pena por la de 20 años de prisión al líder de los electricistas. Para fines de 1916, Villa tomó de nuevo la ciudad de Torreón. En esas condiciones, Carranza resolvió convocar a un Congreso Constituyente y dirimir allí las diferencias entre las facciones del constitucionalismo.

3.- Origen y fundamento de la Constitución Política de los Estados Unidos mexicanos.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 comenzó a gestarse cuando la facción carrancista retomó el poder del país y se convocó a elegir un Congreso Constituyente en la ciudad de Querétaro (casi todos los diputados del país asistieron salvo los no invitados e incómodos rivales ideológicos de Carranza), para redactar una nueva Constitución, la federal, que mucho se parecía a la de 1857 de Juárez. Pocos artículos se corrigieron, aumentándolos o derogándolos. La innovación fue que nacieron artículos revolucionarios. Dicho texto fue redactado por los “diputables”: José Natividad Macías (1857-1948), Félix F. Palavicini (1881-1952), Luis Manuel Rojas (1871-1949), Alfonso Cravioto (1883-1955) y Juan N. Frías (1884-1918), y a lo largo del debate el escrito se fue nutriendo hasta obtener el documento final, promulgado el 5 de febrero de 1917, que es la Constitución que nos rige actualmente. Sus fundamentos se encuentran en Los sentimientos de la nación, de José María Morelos y Pavón, en la Constitución española de Cádiz (1812) y en la Constitución de Apatzingán (1814).
En la también denominada Carta Magna se plasman las directrices legales del país; contiene normas y leyes que nos permiten regular nuestra vida nacional, es decir, son una serie de elementos fundamentales para regular los diferentes ámbitos y funciones del Estado mexicano y los derechos y deberes de los ciudadanos. En ella se señala que la nación mexicana es única e indivisible, y se asienta que la soberanía nacional reside en el pueblo.
En este documento se plasman las garantías individuales y los derechos sociales de los mexicanos; además se delimitan las funciones de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial y su relación con los ciudadanos. Establece además, que nuestro país es una república representativa, democrática y federal. Esta ley suprema es llamada así porque su jerarquía la coloca encima de cualquier otra norma jurídica.
Desde su creación, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos ha sufrido adendas y modificaciones de acuerdo a las exigencias de los tiempos. Este documento es de suma importancia, pues constituye el eje rector y legal de nuestro país y de los mexicanos, producto de largas luchas a lo largo de la historia, como hemos venido exponiendo.
Principales artículos de la constitución de 1917.- Todos estos artículos de la Constitución de 1917 tienen una fundamentación completamente social además de incluyente, sin dejar de mencionar el aspecto “desfanatizante”, marcado naturalmente por esa nueva separación Iglesia-Estado.

Artículo 1º. Estableció el otorgamiento de “garantías” o derechos individuales a toda clase de personas.
Artículo 2: Prohibió la esclavitud.
Artículo 3. Estableció la educación laica para escuelas oficiales y particulares.
Artículo 4. Consagró la libertad de trabajo.
Artículo 5. Prohibió los votos religiosos y el establecimiento de órdenes religiosas.
Artículo 7. Prescribió la libertad de imprenta.
Artículo 24. Estableció la libertad de creencias, pero prohibió todo acto de culto externo fuera de los templos o de las casas particulares.
Artículo 27. Estableció el antiguo principio español del dominio de la nación sobre subsuelo. Consagró el reparto de la tierra; y perpetuó la nacionalización de los bienes eclesiásticos y prohibió la existencia de colegios eclesiásticos, conventos, obispados y demás.
Artículo 39. Consagró el principio de la soberanía nacional.
Artículo 40. Señaló que el régimen del gobierno era el de una república representativa, democrática y federal.
Artículo 49. Dividió el ejercicio del Supremo Poder de la Federación en tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial.
Artículo 50. Indicó que el Poder Legislativo se formaría por un Congreso con dos Cámaras, una cámara alta y otra baja, es decir, una de senadores y otra de diputados.
Artículo 80. Consagró como depositario del Poder Ejecutivo al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
Artículo 94. Puso las bases del poder Judicial de la Federación.
Artículo 107. Consagró el “Juicio de Amparo”.
Artículo 115. Puso las bases del municipio libre.
Artículo 123. Es la base del derecho social mexicano; estableció un régimen de protección a la clase trabajadora.

La cultura y sociedad durante la Revolución Mexicana y el periodo pos revolucionario.

La Revolución mexicana fue una etapa crucial que marcó la vida del México independiente. Los ideales libertarios y de igualdad que fueron la bandera de la lucha estaban en la mentalidad de los mexicanos. La repartición de tierras, la eliminación de los latifundios, la justicia social, la participación ciudadana en las decisiones del país sin exclusión alguna, las condiciones laborales equitativas, el respeto a la soberanía y la libertad nacionales, todo ello se plasmó en las artes de la época.
Antes de la lucha revolucionaria, la mayoría de los creadores en diferentes disciplinas artísticas se habían centrado en seguir los cánones dictados por Europa; sin embargo esto cambió con el estallido de la Revolución, pues poco a poco los artistas fueron buscando modos de interpretar una realidad nunca antes vista en México.

Corridos.- En este rubro, el sentir popular sobre la Revolución se expresó en los llamados corridos, en los que se narraban las vivencias de los protagonistas de la lucha armada: historias de caudillos, soldados, sobrevivientes a las batallas, adelitas, triunfos y derrotas de los batallones, así como los que mencionan a personajes destacados de la Revolución. Estos corridos se cantaban en diferentes tonos, que iban desde el humorístico hasta el trágico. El valor artístico e histórico de estas piezas musicales radica en que son narraciones cantadas por los testigos presenciales de la época, y por esa razón, son de autores anónimos.

Papel de la mujer en la Revolución Mexicana .- Se habla mucho del papel de la mujer en la Revolución mexicana sin considerar que ha estado presente en casi todas las etapas importantes y de cambio que ha tenido el país; prueba de ello son los papeles de mujeres como la poetisa Sor Juana Inés de la Cruz (1651?-1695), la corregidora Josefa Ortiz de Domínguez (1768-1829), las insurgentes Gertudris Bocanegra (1765-1817) y Leona Vicario Fernández (1789-1842) y la dama de sociedad que influyó en la firma del acta de Independencia María Ignacia Rodríguez de Velasco y Osorio Barba, mejor conocida como “La Güera Rodríguez” (1778-1851), por mencionar algunas.

Sin embargo existe cierta visión excluyente que no permite que dentro de la complejidad de la historia de México las minorías populares y las mujeres tomen el lugar que les corresponde, aunque hayan desempeñado un papel preponderante en los diferentes movimientos de “reorientación” social –como la Revolución mexicana. Generalmente, el fenómeno de la participación de las mujeres en los procesos sociales siempre ha sido visto desde la mirada masculina y con un velo o prejuicio de exotismo y de rareza.

Dentro de la Revolución aparecieron figuras como los guerrilleros, el campesinado, los intelectuales y por supuesto muchísimas mujeres que iban acompañando y luchando con sus esposos, como las “soldaderas”, y otras que también llegaron a tener cargos militares, como las “coronelas”. En las clases económicas altas de México se encontraban las esposas de los ricos hacendados, de mercaderes de almacenes (dueños de tiendas), madres, hijas, esposas de banqueros y fabricantes y de personajes de la política como altos funcionarios del gobierno de Díaz, que influyeron de una u otra manera en la historia de nuestro país. También existió la participación de mujeres acaudaladas que llegaron a guardar armas para la lucha revolucionaria.

Hubo mujeres periodistas: Juana Belén Gutiérrez de Mendoza (1857-1942), que escribía en el periódico Vésper, Emilia Enríquez de Rivera (llamada “Obdulia”, revista Hogar), Julia Sánchez (como “Julia Mata” en El Látigo Justiciero), Dolores Jiménez y Muro (1848-1925) de El Diario del Hogar, y María Hernández Zarco, por mencionar algunas. Las hubo también conspiradoras como doña Carmen Serdán (1873-1948), hermana de Aquiles Serdán (1876-1910), además de su madre doña Carmen Alatriste y Francisca del Valle, esposa de Aquiles; Guadalupe, Rosa y María Narváez –recuperando armas para la Revolución durante la última etapa de Díaz en el poder. Existieron mujeres dentro de asociaciones femeninas y del movimiento sindical, que incluso llegaron a vender todas sus pertenencias en aras de alcanzar el “ideal revolucionario”. También hubo enfermeras cuya participación fue importantísima dada la gran cantidad de enfermos y heridos, sobre todo con el brote de gripe española.

Finalmente, ya durante el cardenismo, reconocieron ampliamente tanto a hombres como a mujeres que participaron en la Revolución mexicana con la “Condecoración del Mérito Revolucionario”. Existe un archivo histórico militar (archivo histórico militar de la Secretaría de la Defensa Nacional), donde se enlistan los nombres de todas las mujeres que participaron en la Revolución.

Pintura.- Entre los artistas plásticos se encuentran figuras como Gerardo Murillo (1875-1964) –mejor conocido como el Dr. Atl–, José Clemente Orozco (1883-1949) y Francisco Goitia (1882-1960), solo por mencionar algunos. La mayor parte de las pinturas y murales que conocemos cuyo tema es la Revolución, se realizaron una vez que ya había pasado el conflicto. Cada artista representó y entendió la lucha de la Revolución mexicana de manera diferente; algunos se sumaron a las causas de las grandes mayorías, otros en cambio, se reservaron y observaron desde el extranjero lo que sucedía.

Gerado Murillo. Se dice que fue el creador del muralismo, pionero en esa técnica que después transmitió a otros pintores en México, y que no ha sido reconocido como tal, solo como un “pintor de volcanes”. Gracias al apoyo de Díaz, Murillo completó sus estudios artísticos en Europa, pero al volver empezó a mirar con ojos críticos los acontecimientos que ocurrían, entonces adoptó el pseudónimo de “Dr. Atl”, proveniente de la lengua náhuatl y cuyo significado es “agua”. En 1914 se adhirió a la lucha contra Victoriano Huerta y en algunos de sus escritos señalaba que la Revolución mexicana era parecida al socialismo bíblico, y esto fue un argumento para tratar de promover el arte, la ciencia y la literatura revolucionaria en nuestro país. En un inicio, Murillo mostró una clara simpatía por Carranza, aunque después tuvieron algunas diferencias. Parte de su obra en murales fue destruida durante los periodos de Calles y Obregón, pues estos regímenes consideraban que sus pinturas eran “propaganda con alto contenido de simbologías marxistas”. Murillo también creó su legendario “Atlcolor”, el cual era una especie de óleo sólido de creación propia y, por tanto, único e inigualable. Su especialidad fue el paisajismo, particularmente los volcanes de México (Popocatépetl e Iztaccíhuatl), además del Paricutín, al que pintó en plena erupción volcánica. Como dato relevante es interesante mencionar que una faceta particular del Dr. Atl es que también llegó a escribir corridos y cuentos. Diego Rivera (1886-1957), José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros (1896-1974) serán los grandes alumnos del Dr. Atl, mismos que después se consagrarían como destacados muralistas y reconocidos a nivel internacional.

José Clemente Orozco. Este artista plasmó su visión del México postrevolucionario en murales diversos. Muchos de sus cuadros reflejan una crítica social muy clara. Participó también como caricaturista en las publicaciones El Hijo del Ahuizote y La Vanguardia en donde reflejaba con sátiras la crudeza de la Revolución.

Francisco Goitia. Fue uno de los pintores que vivió en carne propia la Revolución mexicana. Su obra refleja a los sectores populares y marginados en los que él mismo vivía. Sin armas y tan solo con sus utensilios de trabajo, se unió a los combatientes de Francisco Villa como pintor del General villista Felipe Ángeles (1869-1919). Fue testigo presencial de las batallas que enfrentaban las tropas del Centauro del Norte; el dramatismo, la muerte y desolación que vivía día con día en aquellas luchas se reflejan en sus pinturas de paisajes desiertos y ahorcados. A diferencia de otros artistas, después de la guerra revolucionaria prefirió la vida sencilla del campo y se rehusó a pertenecer a las altas élites intelectuales de su época.

Periodismo.- El periodismo durante el Porfiriato fue, por una parte, un medio de difusión oficial, el cual incluyó la modificación de formatos más modernos como el del periódico El Imparcial, con tirajes muy amplios y, por otra parte, un medio de oposición al régimen porfirista para denunciar las injusticias sociales y para promover las libertades de la ciudadanía. Este tipo de periodismo fue promovido en sectores de las clases medias y populares. Entre los periódicos más importantes destacan: El Socialista (1871), entre cuyos lectores se encontraban los integrantes del Gran Círculo de Obreros de México, El Hijo del Ahuizote (1885) dirigido por Daniel Cabrera, en cuyas páginas se utilizaba la caricatura política. Entre sus colaboradores –en sus últimos años– se identifica a militantes del Partido Liberal Mexicano (PLM), entre ellos a los hermanos Ricardo y Jesús Flores Magón, quienes en 1900 fundan el periódico Regeneración. Este último tuvo diferentes etapas, ya que en sus inicios fue publicado en la ciudad de México, pero dado su carácter crítico revolucionario fue reprimido por el gobierno de Díaz. Éste terminó por encarcelar a los hermanos Magón en diferentes etapas e, incluso, en los últimos años su publicación se realizó en Estados Unidos y llegaba a México a través de empleados del ferrocarril o comerciantes que apoyaban la lucha. Las ideas promovidas por los hermanos Magón estaban ligadas al comunalismo indígena (por ello su identificación con el zapatismo), al anarquismo europeo y al liberalismo mexicano del siglo XIX.

En estos momentos también va a resaltar la figura de José Guadalupe Posada (1852-1913), quien fue un grabador, ilustrador y caricaturista especializado en sátira política. Posada se convirtió en uno de los más férreos críticos de la dictadura de Porfirio Díaz y mediante sus dibujos supo plasmar el sentir del pueblo y su oposición ante un régimen que finalmente sucumbiría precisamente por sus contradicciones y su ansia constante de poder. Posada realizó ilustraciones para varios periódicos de la época: El Ahuizote, El Hijo del Ahuizote, y El Argos, entre otros; todas expresando una severa crítica y un profundo rechazo a la dictadura.

Por otro lado, se distinguió en esta etapa revolucionaria Agustín Casasola (1874-1938), pionero del fotoreportaje y quien captó con su lente la imagen de Zapata, así como algunos de los hechos ocurridos durante la Decena trágica, escenas de las cárceles y burdeles, y de la vida cotidiana de México. En 1912, junto con su hermano Miguel, Agustín Casasola abrió las puertas de su estudio fotográfico con el siguiente eslogan: “Tengo o hago la foto que usted necesite”.

Literatura.- Desde finales del siglo xix, se producen obras literarias relacionadas con las problemáticas sociales durante el régimen de Díaz, entre otras Tomóchic (1892), de Heriberto Frías y La bola, de Emilio Rabasa, consideradas dentro de la corriente del realismo mexicano, pues describen la situación cotidiana del pueblo mexicano.

En las primeras décadas del siglo xx, y desde diferentes perspectivas ideológicas, se desarrolla una literatura con contenido social que incluye las luchas de las clases populares en contra de los grupos en el poder, así como sobre las condiciones de vida de los grupos indígenas y campesinos, entre otros. Entre los representantes de esta corriente se encuentran José Mancisidor, Miguel Ángel Menéndez, Xavier Icaza y José Revueltas.

La novela.- Este género fue desarrollado por diferentes escritores, entre otros, algunos que vivieron durante la Revolución Mexicana o por quienes hicieron investigaciones sobre ella. Entre los más destacados se encuentran Martín Luis Guzmán, Gregorio López y Fuentes, Francisco Rojas González, Mauricio Magdaleno y Jorge Ferretis. Estos autores muestran las condiciones y dificultades vividas por los revolucionarios y sus familias.

Música.- La Revolución Mexicana transformó la percepción de la música acuñada durante el Porfiriato pues concebía como música “culta”, a la estudiada en los conservatorios y que provenía de Europa. A partir de la Revolución, diversos músicos formados en escuelas universitarias tanto en México como en otros países europeos, integraron temas y canciones populares, obteniendo gran aceptación en el público mexicano. Muestra de ello son las obras de Manuel M. Ponce, entre otras: La Valentina, La cucaracha y La Adelita; Carlos Chávez, por su parte, incluyó combinaciones de instrumentos indígenas y de la música popular, asimismo Silvestre Revueltas compuso obras para orquesta como Cuaunáhuac, El tecolote, Colorines, Vámonos con Pancho Villa, La noche de los mayas y Los de abajo. (Hinojosa, 1996: 105- 106).

El nacionalismo cultural.- El escritor Carlos Monsiváis señala que ante la pérdida de los referentes de la cultura europea promovidos por Díaz, acrecentada por la primera Guerra Mundial y ante “las nuevas necesidades adaptativas, surge entre las élites el interés por descubrir la esencia o la naturaleza del país”. De esta manera, se institucionaliza una visión nacionalista, la cual pretende resolver problemas sociales a través de aspectos como la educación. Entre quienes impulsan esta política social se encuentra José Vasconcelos (1882–1959), quien fue rector de la Universidad Nacional y, posteriormente, al reinstaurar la Secretaría de Educación Pública suprimida por Carranza, promueve una política educativa que consistió en:

• Promover en todo el país la educación, principalmente en las zonas rurales.

• Campañas contra el analfabetismo, en las cuales se incluye el fomento de la higiene y elementos de la medicina moderna.

• Difusión de las artes, al promover tanto las obras artísticas clásicas europeas como la difusión de las artesanías locales.

• Incorporación de artistas latinoamericanos y pensadores como Gabriela Mistral.

• Integración de los indígenas a la cultura nacional.







4 comentarios:

  1. Buenas tardes, jóvenes del 3°semestre. Aquí está el contenido del bloque IV relativo a la Revolución Mexicana. Consúltenlo cuando gusten, en apoyo a las actividades que se piden.

    Atentamente
    Su profesor de Historia

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